En 1983, Luis Ripoll Lázaro, un autor que siempre ha apostado por la gente joven, escribió la comparsa "Charanga”, cuya mayoría de componentes salían por primera vez en carnaval. Alcanzaron las semifinales dejando un gran sabor de boca en el concurso. Uno de sus pasodobles hacía referencia a una época en la que muchos
chavales cayeron en el mundo de las drogas y la delincuencia por hacer caso a
desconocidos en la puerta de su colegio:
Grandote, catorce años,
pero en el fondo tan solamente un
chiquillo.
Lleva sus estudios adelante,
es cariñoso, bueno y sencillo.
Un día, en el colegio,
a la salida lo esperaban en la
puerta,
lo convencieron con mil alardes,
y lo llevaron a dar una vuelta.
De esa forma tan sencilla
volvió con veneno de golpe y porrazo,
torcieron su rumbo y cambiaron su
vida...
Le dieron “pa” que lo probara,
unos polvos blancos que ellos dijeron
llamarse heroína.
Así, se empieza a formar,
la vida maltrecha de un delincuente.
De eso, ¿quién tiene la culpa?
¿quién pone remedio?, pregunta la
gente.
Lo cierto es que los chavales,
terminan deshechos, sin ganas de
vida,
repletos de cárcel
o rotos en cualquier esquina.
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