“El alumnado es el objeto y sujeto de referencia de los centros
escolares”, como afirma Carrasco (2007: 106-107), siendo imposible concebir una
escuela sin alumnado, y añade que, “a los alumnos y alumnas no los podemos
considerar como un producto cualquiera, ni como un cliente, como podríamos
hacer desde el punto de vista industrial o productivo, es un elemento que se
“transforma” a lo largo de su escolarización, aunque esta transformación no
sólo se realiza en la escuela, también de modo autónomo el alumnado forma y
construye su personalidad a través de una interacción constante y global con su
entorno”.
La figura del alumnado ha aparecido en múltiples coplas de carnaval. Un
buen ejemplo es el pasodoble de la comparsa de la Peña Nuestra Andalucía “Al
compás de mi cepillo”, escrita en 1988 por José Manuel Prada Durán, que narraba
cómo un niño se sentía mal cuando los compañeros se reían de la profesión de su
padre, y cómo el padre le respondía con la filosofía de la vida por bandera:
Cuando se volvió del colegio
su carita traía “bañá” por el llanto,
dime, ¿qué te pasa hijo mío?
Cuéntame los motivos de tantos
quebrantos.
Mira, respondió sollozando
no entiendo “pare” mío ¿por qué hay
compañeros
que toman a risa que tu seas tan solo
un pobre betunero?
Como si no fueras honrao...
Como si tu fueras un ladrón.
Por mor de los malos tiempos,
yo no tuve primaveras,
yo a tus años trabajaba,
yo nunca pisé la escuela.
No sientas nunca vergüenza
de lo que de mi te digan,
aprovecha bien el tiempo
y estudia “sentrañas mías”.
“Pa” que el día de mañana
cuando seas importante
en esta vida tan loca...
puedas gritar a los vientos
mi padré fue solamente
un humilde limpiabotas.
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